Revista Letras Nacionales



Fundada en 1965 por Manuel Zapata Olivella, la revista Letras Nacionales se erigió como un proyecto editorial fundamentado en el nacionalismo literario y se propuso darle voz a los escritores colombianos, al igual que reivindicar un lugar a los indígenas, mestizos y negros en el relato histórico nacional a través de expresiones culturales como la música, el arte, el folclore y el lenguaje. Después de 20 años de actividad incesante nos dejó un legado de 46 números publicados.
Por: José Luis Garcés.
Escritor

 

La revista Letras Nacionales fue producto de la actividad infatigable de Manuel Zapata Olivella. Su trabajo febril en pro de la cultura colombiana, que aún no ha sido suficientemente valorado, lo ubica como uno de los más grandes gestores culturales de Colombia en el siglo pasado, sino el más grande. Pues su labor no se limitó a la escritura de sus libros sino que se extendió a la investigación del folclor y de la tradición oral, a la divulgación de la cultura popular colombiana en diferentes naciones del mundo (Francia, URSS, China), y al estímulo cierto a los jóvenes creadores como el que se daba en la sede física de la revista Letras Nacionales. Situado en pleno centro de Bogotá, Cra 7 #20-15 piso 8, en este espacio se hacían tertulias, lecturas de textos inéditos, presentación de libros, recitales musicales, conferencias, lo cual convirtió a ese sitio de la capital en una obligada referencia cultural y un permanente hervidero de cultura.

Todo esto se dio porque el espíritu hiperactivo de Manuel Zapata Olivella, acompañado por un grupo de simpatizantes, así lo quiso. Eso hay que decirlo porque es verdad, y esa certeza está aún oculta en este país, donde lo que se privilegia es la distorsión, el acomodo y la mentira. Debemos, pues, sentirnos orgullosos de esta actividad gestora y divulgadora de Manuel y así hay que consignarlo en una placa cuando se erija su estatua de cuerpo entero en la plaza principal de Lorica.

Y esto sin destacar el papel de vanguardia que asumió Zapata Olivella en la divulgación de la música vallenata al comienzo de los años cincuenta del siglo XX, tanto en el país como en el exterior, mucho antes de que los muy nombrados Consuelo Araújo, Alfonso López Michelsen y el mismo Gabriel García Márquez aparecieran mencionados en esos ajetreos culturales. Es más: fue Manuel, cuando ejercía de médico en el municipio de La Paz, quien introdujo a García Márquez al universo del vallenato. Pero todo esto se omite o se desconoce, y hay que rescatar esta verdad del olvido. La gente que profesa una religión tiene sus beatos, hermanos, siervos, ángeles, serafines, querubines, vírgenes y santos, así los que profesamos la cultura, la literatura, el arte o la poesía debemos tener nuestro santoral, y entre los santos que deben estar en primera fila debe ir el nombre y la práctica creativa de Manuel Zapata Olivella.




Esta no es una profanación, y si así fuera poco me importaría. Decir esto no es más que alentar un llamado a la justicia. En el trabajo de edición de Letras Nacionales, que se inició en 1965, participaron como columnas de apoyo, sin distinción de credos políticos o filosóficos, los escritores e intelectuales Belisario Betancur, Jorge Zalamea, León de Greiff, Eduardo Caballero Calderón, Ramón de Zubiría, Daniel Arango, Enrique Buenaventura, Javier Arango Ferrer, José Gutiérrez, Manuel Drezner, Meira Delmar, Juan Friede, Germán Pardo García, Carlos Castro Saavedra, Eduardo Pachón Padilla, Gabriel García Márquez, Roberto Burgos Ojeda, Gonzalo Arango, Álvaro Cepeda Samudio, Eduardo Mendoza Varela, Fernando Soto Aparicio, Jaime Mejía Duque, Gerardo Valencia, Óscar Hernández, Fanny Buitrago, Dora Castellanos, Francisco Posada, Clemente Airó, Eutiquio Leal, Antonio Montaña, Alfonso Bonilla Naar, Eduardo Umaña Luna, Fernando Ponce de León, Héctor Rojas Herazo, Carlos Antonio Truque, Luis Antonio Escobar, Darío Ruíz Gómez, Alberto Dow y Fernando Torres León, entre otros. En Latinoamérica, Letras Nacionales tenía la colaboración o el estímulo de Ernesto Sábato, Alejo Carpentier, Jorge Icaza, Cristóbal Garcés Larrea, Carlos Fuentes, Juan de la Cabada, Ciro Alegría, Vicente Gervasi, para mencionar los más conocidos. En Estados Unidos se mantenían relaciones con Langston Hughes; en España con José M. Caballero Bonald y Joaquín Marco, y en Francia con el escritor chocoano Arnoldo Palacios.

Como puede notarse, la lista de los escritores e intelectuales que se inscribían en la bandera de Letras Nacionales es de primera línea y ello llenaría de orgullo a cualquier revista cultural de Hispanoamérica. Nunca ninguna de estas personas sustrajo su nombre. De la lista colombiana, uno fue presidente de república (Belisario Betancur) y otro premio nóbel de literatura (Gabriel García Márquez). Vale decir que Ernesto Sábato, argentino, y Alejo Carpentier, cubano, son nombres indispensables de la literatura latinoamericana y poseen jerarquía universal. Asimismo, cuando se habla del antropólogo Juan Friede, del ensayista y traductor Jorge Zalamea, del poeta León de Greiff, del narrador Eduardo Caballero Calderón, del novelista Héctor Rojas Herazo, del dramaturgo Enrique Buenaventura, del humanista Eduardo Umaña Luna, del historiador y filósofo Francisco Posada, de la poeta barranquillera Meira Delmar, entre otros, se están mencionando nombres de gran respeto en el universo de la cultura.

Todos ellos, en diversas instancias y de acuerdo con sus propias circunstancias, se vincularon a la utopía de Zapata Olivella. Algunos colaboraron con textos físicos, otros con cartas de aliento, otros con la divulgación de la revista, otros con la publicación de comentarios en sus países de origen.














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